jueves, 6 de marzo de 2008

La soledad y yo


Un síntoma muy común en esta época que corre es el tema de la soledad. Nacemos solos y morimos solos, sin embargo si alguien nos acompaña en ese trayecto la carga es menos penosa. Muchas veces suelo escuchar el comentario: “Sabés que no puedo estar sin pareja porque no me banco la soledad”. En reiteradas oportunidades el tener una pareja casi se reduce a la figura de tener un lazarillo o una mascota. No es que quiera hacer un elogio a la soledad, pero es durante esta etapa donde podemos encontrar respuestas a ciertas inquietudes existenciales que nos planteamos. El dicho dice: a rey muerto, rey puesto. ¿Pero cuándo terminamos con una pareja este dicho es aplicable? Pienso que hay ciertas etapas que son imprescindibles para pasar de una relación a otra: el duelo, el período en que lloramos, nos lamentamos, nos ponemos mal; la melancolía “el todo pasado fue mejor”, el equilibrio donde lentamente salimos de un letargo penoso ; la euforia “soy soltero y hago lo que quiero” para luego transitar finalmente a la soledad donde se la toma muchas veces como una carga en vez de una etapa de reflexión. Jean-Paul Sartre decía que “para ser solidario hay que ser solitario”, sin llegar hacer una apología de la soledad, es en esta etapa donde nos podemos reencontrar con nosotros mismos y a partir de nuestro diálogo interior sacar a la luz todos nuestros conflictos (si es que los hay) y de esa manera al llegar a un equilibro con nosotros mismos, y poder de esa manera poder brindarnos al otro.
Si miramos positivamente a la soledad no es separación, al contrario la podemos llegar a verla como una unión, es unirnos nosotros con nuestra propia alma, con nuestra experiencia, con nuestro ser, para luego a partir de esta saludable compañía llegar a un otro.
Otras veces también ocurre que aunque estemos acompañados “nos sentimos solos”. Este tipo de soledad es dura, y lo es, porque sentimos que del otro lado no hay feedback, que tiramos la botella con un mensaje pero ese mensaje nunca llega al destinatario. Por ahí también, deshacerse de los trastos viejos se transforma en una buena opción (alguna compañía desagradable que nos haga “sentir solos”) y estar realmente solos. O sea mejor solo que mal acompañado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta lo q escribiste. Tiene un toque existencialista q sabes q me interesa ;-)
Esta bueno por q si bien haces una apologia sobre la soledad no es sobre la soledad como estilo de vida, sobre la soledad para siempre, sino sobre esos momentos de soledad q nos toca vivir despues de un fracaso amoroso.
Y le encontras un sentido positivo a esa situación. En cierto modo ver la posibilidad de reponernos y estar mejor parados para la proxima, antes q meternos con cualquiera y seguir sintiendo la soledad a pesar de tener una compañia al lado.

Un beso.
£µ¢ianø

Anónimo dijo...

La renga canta en una canción:

"Dame lo que me falta de
silencio para contestar, a
mi vieja pregunta que estéril teme quedar,...en mi antiguo dolor, a quién busco, a
quién soy...¿Qué más
sé? ...

muy bueno el post, y me recordó esa canción.

saludos!

Guillermo